miércoles, 30 de noviembre de 2005

 

Acopelipsis II. (Café con hostias)

Han dado las dos de la tarde. Es la hora de la vera nueva. Un individuo de marcado caracter dinámico las da con apremiante urgencia. Como si viniera corriendo del barrio a contarte que Tinín, tu enemigo ancestral, te ha vuelto a rallar la moto. Pues así, pero en vez de Tinín, Zetapé. Información sesgada, puntos de vista subjetivos, ordenación de importancias, tonos de voz, desubicación de mensajes... todo aquello por lo que el periodismo es grande hoy en día está servido en bandeja en las noticias de las 2. Encima, cuñas de auto-bombo, la COPE es La Verdad y tal. Nunca negaré que tiene su mérito manipular la información de manera diferente a como la manipulan el resto de las cadenas.

Después te sale un obispo dando la vara, o un religioso o algo así. Confidencialmente, os tengo que contar que yo ya hice el cupo de tolerancia. Curas, monjas y monjos. Asi que aquí, cambio.

Otras veces sale un medico varas con su brujería para ancianos, intentando convencerte para que le amarres un suelo antideslizante o un laxante que se unta.

Meros teloneros para el show estrella de la tarde. La tarde con Cristina.

Cristina, politicamente incorrecta.

Ka-boom. La tarde con Cristina. Vaya temón. Si Jimenez Losantos aún ha dejado un resquicio para la empatía, debido a que no carece de cierto sentido del humor, y tampoco de una remota humanidad, la ominosa Cristina López Schlichting corre a cerrarlo. Hija de guardia civil, segunda generación de emigrados a Alemania, condensa en su persona origenes y características del tarro de las esencias español. Las olas del cerrilismo, humanismo católico del que pica, intransigencia, incultura de la peor y más peligrosa especie, racismo, machismo, etc rompen sus espumas en este mascarón de proa de la COPE.
Porque Cristinita tiene quizas estas cosas, pero, sin duda, adelanta a mentes más aventajadas, adelanta razonamientos, adelanta situaciones estancadas. Porque Cristina tiene un truco infalible para adelantar: hacerlo por la derecha.

No es dificil imaginarsela de niña, con su padre ajustandose el cinturón, aprendiendo y aprendiendo. Llevando de la vida al periodismo. Sin parar. Lo que le falta a Cristina, como también le falta al español perfecto y prototípico, es el carisma y el sentimiento populista. Tan propio de los comunicadores vascos o catalanes. Pero tampoco le hace falta. Cristina hace la labor de zapa. Donde Jimenez Losantos y César Vidal ponen unos argumentos políticos o históricos, que pueden ser discutibles por mor de imaginarios o desequilibrados, Cristina pone solamente el pico y la pala del interés nacional católico.

Asimismo, también pone sus legendarias ostias al lenguaje cristiano. Aunque, por lo menos, se la ve esforzándose por migrar al inglés, con ese curso guarro que anuncia. De momento está en una fase de intento, mejorando su tragicómica pronunciación. De todas formas, Cristi intenta decirnos lo buena lectora que es, aunque todos sabemos que no le cunde. Porque Cristi es pasional. Es visceral, es el espíritu de España que tiembla con cada paso de la bestia roja, con cada mordisco desmembrante de la araña nacionalista. Desconoce su historia, a su gente, a su idioma, a sus costumbres, pero algo dentro de ella le recuerda que España es como su padre le decía que debía ser. Una unidad de Destino en lo Universal.

Cristina es pía si pío es el entrevistado, docta si docto, humorosa si humoroso, liviana si liviano... o lo intenta. Pero lo que nunca es, o intenta ser es "falsamente progresista". Su particular Leviatán. Porque es una mujer de bien, y como tal es una mujer de familia. De familia numerosa. Como recuerda todos los programas, tiene siete veces siete hijos. Y ha adoptado dos docenas por continente. Y de pareja, UN marido. Como Dios manda.
Aún así, organiza una tertulia sobre sexo que viene a decir "las católicas apostólicas también nos lo sabemos montar (pero con fines reproductivos)". Aquí se difunde el meme de que el sexo entre matrimoniados ofrece una gama de sensaciones místicas (¡que mosqueante afición tienen los curas de echarle misticismo al refocile!) que se pierden las indocumentadas follatrices de izquierdas. Es mucho mejor follar con amor. El orgasmo es más intenso si es bajo un crucifijo. Si llevas quince años sin joder con tu marido, no pasa nada, es mejor. El DIU es un método abortivo. Y, colmo de las previsiones, anuncian el genuino método anticonceptivo sponsorizado por su mismísima Santidad. El "Follapoco". Un palm-computer en el que metes los datos de tu estado de celo y cuando evacuas ovulos. Luego, mediante una serie de complejos cálculos lógicos, sirviéndose de su potente CPU te dice, veintiocho días cada més, "hoy no folles" y el resto te dice "Día legítimo".

No hay que olvidarse del sentido del humor. Tanta problemática social y política debe dar lugar a un espacio para el cachondeo. El Pulpo, el Marqués de Casaperdida y otros elementos anacrónicos se encargan de aportar el mal rollo con risas que es capaz de fastidiarte una digestión de lubina del día.

Ni tampoco de la crónica rosa. Aquí, Cristina, que se tiene por hembra leida y culta, nos recuerda antes de empezar cada programa que ella no conoce a los personajes de la crónica rosa, porque ella no vé la tele. Solo lee libros, libros buenos. Lo que le lleva a uno a preguntarse si no es que es imbécil porque todos los días habla de ellos en su programa. Y vuelve la Señora Reacción, más en su salsa, porque le acompañan otras señoras, no tan garbanceras, pero si igual de fascistas. No descuidan la ocasión de anunciar su Mantón Español ("Fascismo +3", "Carisma-2", "Valor en la batalla+4") y de criticar el libertinaje de las zorras y zorros libertinos.

Momentos gloriosos en "La tarde con Cristina", un montón. El mismo día del 11-M la propia Cristina, al borde de la apoplejía, llamaba a un socialista catalán. Le llamaba no para hablar con el, sino para acusarle de cooperación criminal con banda armada. Le decía que esa bomba la había puesto el PSOE, según el siguiente silogismo: "ETA=Carod-Rovira=PSOE, entonces ETA=PSOE". Y como la bomba, era evidente la había puesto ETA, el PSOE tenía las manos manchadas de sangre. El pobre hombre, todo hay que decirlo, se achicó bastante, ante la furia de la reaccionaria presentadora, que pasó a colgarle tras insultarle y descalificarle, y tras desear que muriese. Lo bonito fué oirla clamar cuando las tornas cambiaron, los del PP no pudieron colar que había sido ETA por las filtraciones que hizo la Policía Nacional a medios del PSOE, y se descubrió el pastel. ¡Que viles fueron entonces los intentos de relacionar al PP con la guerra de Irak!. ¡Como se aprovechó el PSOE del atentado para sacar réditos electorales!. Disfruté. Y lo guapo fué que a Gabilondo y a Maria Teresa Campos les pasó lo mismo, pero al reves. Es que en esos dos días de interludio atentado-elecciones se vieron todos los plumeros, en amarillo fosforito y brillando en la oscuridad, todos agachados sobre los doscientos cadáveres, alimentándose de su carroña para cebarse a si mismos y a los suyos, espantando a los competidores con la mano libre, gritándose entre ellos con la boca llena de carne fresca y sangrante.


Otro momentazo fué comentando, en uno de sus gags favoritos, un panfleto de orientación sexual, de esos que publican gilipollas feministas para confundir y adoctrinar a las chavalas. Es que yo soy de la opinión que el mejor sexo se descubre levantándole las faldas a tu amiguita, metiendo el dedito, o ya de mayor, por prueba y error. Que buscando también se encuentra. Bueno, pues el caso es que, como se lo imaginan, la Cristi que no para con el despotrique, refiriendose a las "nekanes" vá y suelta: "Porque estas nekanes, comunistas de las tierras vascas, lo primero que tienen que hacer es limpiarse. Es que salen en la tele y no veo más que guarras manifestándose con el pelo rapado que, claro, se lo rapan y se lo tiñen porque tienen verguenza que su negra melena las delate como españolas que son.".


No hay que olvidarse, como fichaje estrella de la temporada, al señor Aquilino Polaino, azote de sodomitas. Aunque este defrauda. Parece incluso un señor juicioso. A veces la gente se pasa de publicitarse.

Y así más y más. Sin saltarse la tunda a Zetapé, a Montilla y a todos los que le vá rutando Losantos. Siempre desde el humanismo cristiano, y, como no, desde la incorrección política.


 

Acopelipsis

Como todo hombre de bien, amante de la Verdad y de la Libertad, escucho la COPE. Con fruición. La Cadena del Fin del Mundo. Ponerla algún día, ya vereis. El primer efecto es curioso. Parecería escuchar una emisora clandestina en la Polonia comunista. Parece una reivindicación de otro planeta. "La guerra no es contra Eurasia, es contra Estasia", dicen. A mí me entran ganas de creerles.

El amanecer de la bestia.



La programación matinal empieza con el buque insignia, la metralla gorda. El Converso. Federico Jimenez Losantos. A las tantas de la mañana, recién desembarcado de su unidad blindada, agarra el micro y comienza a abrir España. Comienza con la perorata anti-socialista del día. Largos silencios remarcan sus acusaciones, su voz perruna. Parece que hiciera de fiscal de la Humanidad frente al juicio de los Dioses, puño en alto, subido en un atril en un páramo desierto. Acojona.

Moravinos, Montilla, los mari-complejines del pepé, Roviretxe... y por encima de todos, el Mefistófeles Sonriente ZETAPÉ. Zetapé I "El Liberticida". Zetapé el Coco. Zetapé el asesino de España. La encarnación de ese socialismo opresivo guiado por millonarios izquierdistas con el afan de absorber los cerebros de la población y promover sus negocios, sus oeneges (esas "degeneraciones del Domund") y su tinglado falsamente libertario con una sonrisa en la cara, que conduce inevitablemente, a la Checa y a la Glasnost. Que también podría ser. Pero esa no es la cuestión ahora. Después de la diátriba se repasan las noticias, se celebra una tertulia de análisis económico, donde ninguno tiene ni puta idea de lo que habla, y luego se pasa a la tertulia de análisis político con Melquiades Biencinto, Pedrojota, una perra que vá a hacer como que es de posiciones cercanas a la izquierda y tres o cuatro comparsas. Antes de pasar a analizar a los analistas hay que señalar la enorme cantidad de sonidos guturales y rasposos que producen los tertulianos, casi se diría que adrede. Toses infinitas, regurgitaciones en la propia piel del micrófono... toda una ópera conceptual simultanea a la propia conversación.
La voz cantante es el propio Losantos, que suele incitar al masoquista Pedrojota para que largue. Una vez que lo hace, con su meliflua voz y sus sensatas y moderadas afirmaciones, Losantos le chilla, le dá una reprimenda y le humilla por sus complejos de derechista. Y así varias veces, pasando el desprecio de Pedrojota a manos de Losantos por fases de auténtica bronca, entre puyas de humillación subrepticia. Uno, incluso, podría imaginarse mirando a través de un ojo en la pared y ver, encorsetado y a cuatro patas , al inefable Pedrojota recibiendo con la cabeza gacha lo que le está cayendo encima en el estudio. Ejem. Como veis no tengo mucha imaginación, je je je.

El análisis continúa con un desarrollo de todo sobre lo que ha despotricado Losantos a primera hora, con unas mofas y befas intercaladas, si, pero con un negro trasfondo. España se vá al carajo. Levantaros, hermanos capitalistas. Dejad vuestras poltronas y bajad a las barricadas. Españoles todos, no estan secando las presas.
Y como novedad esta temporada: La Persecución. La COPE está siendo perseguida, ha sufrido evidentes intentos de censura por parte del poder.Hay que ver como se ponen porque un juez dijo aquello de que a Federico los de Terra Lliure tenían que haberle disparado en el corazón, en vez de en la pierna, ya que carece de él. Trinan. Ay ay ay. Están probando una amarga medicina. Que les puedo decir yo como vasco y vasca. Y se cabrean de la leche, solo probando un poquito. ¡Que fácil parecía cuando ellos mismos firmaban la receta!. Que se lo pregunten a Martxelo Otamendi.
Si bien es cierto que la COPE es lo que és y es de quien es, Jimenez Losantos tiene la costumbre de centrarse en lo humano y dejar lo divino para otros, aun más serciles, zerglings del neoconservadurismo católico, como la tarde, pero de eso ya hablaremos en su momento.
Seguimos con el planning. A Federico llega un momento en la mañana en que se le aflojan un poco las válvulas, se derrenga en el sofá y dá paso a temas de otro cariz, menos trascendental, menos agorero. Un poco de salud, salpicado con esos comerciales tan tan especiales que tiene la COPE (crecepelos, adelgazantes, astringentes... TAN clásico, tan bonito que parece irreal). También crimenes con el gordo ese calvo de barbas que no me acuerdo como se llama. Un tío que perfectamente lo puedes ver cascándosela mientras cuenta como "degolló cruelmente a la victima, sin ser necesario hacerlo(...) un sadismo inconcebible(...) y después de violar a la pobre niña, etc..." con su peculiar énfasis, que sí, que condena las aberraciones, pero ese regodeo con que lo dice...
Aunque que se suelen centrar en los crímenes que interesan a los españoles: los que cometen los inmigrantes.
También (¡¡como no!!) hay una tertulia rosa. Y sale Alaska. Estos momentos los suele aprovechar Federico para hablar de si mismo, de sus vacatas en Mallami, del frio que pasaba en Teruel de niño cuando iba en pantalones cortos, de lo mucho que le gustaría tirarse a Angelina Jolie, o cosas así. Generalmente se mofan bastante de la peña, y aquí hay que ir introduciendo a una personaja de calado: la Señora Reacción. Una vieja andaluza o algo así, de las de toda la vida. Una fascista que tiemblan las ventanas. Apenas sabe hablar, pero sabe que con Franco se vivía mejor. Sus comentarios son predecibles, pero nunca desaprovechables. El libertinaje de las señoritas modernas. Hay que quedarse en casa cociendo garbanzos. Que guapa está la mujer cuando se pone un mantón. Ese caballero andaluz donjuanesco la tiene que tener como un caballo de gorda, y en tiempos ya le hubiera domado yo y, sino, pues ahora le río las gracias (bueno, no lo dice así, pero yo leo entre lineas). Alaska que intenta ser moderna y alternativa, sin darse cuenta de que está rodeada de alternativismo y que queda como lo que és, una garbancera trepa que ni siquiera está buena ni tiene gracia. Porque hay que decirlo, yo me río más con la Señora Reacción que con Alaska. Y la veo más sensata también.

Y así, Federico vuelve a su unidad blindada y se retira a su bunker, donde seguirá trazando estrategias en pro del liberalismo hasta la hora nona.

Es la hora de dar el paso a las desconexiones territoriales, donde, ¡ay ahora!, ya no somos tan papistas. Supongo que en cada sitio le haran el caldo gordo radiofónico al cacique local de turno, fieles a la estrategia secular de la Iglesia. En la que yo oigo, la de Vizcaya, por ejemplo, las presentadoras le comen toda la polla a Iñaki Azkuna, alcalde de Bilbao, cada vez que lo sacan, o sino a cualquiera del PNV en su defecto. A Dios lo que es de Dios, y al Cesar lo que es del Cesar.

Permanezcan sintonizados, la programación no acaba aquí...

(ni mucho menos)

martes, 29 de noviembre de 2005

 

Patrocinio Jimenez, el que le cantaba a los muertos

En 1957 pereció Pedro Infante en el cielo de Yucatán cuando explotó el avión que él mismo pilotaba. Infante había sucedido a Negrete, también muerto prematuramente, en el trono de la canción popular mexicana, pero, ¿quién le sucedería a él? Como un deux-ex-mariachi, Javier Solís se encaramó a su panteón mientras le bajaban a la tierra y cantó un “Grito prisionero” que era un reclamo al trono que no le fue denegado.

Solís sentó un peligroso precedente, y no solo en su (de nuevo) prematura muerte tuvo que aguantar que su sepelio en el ‘lote de artistas’ del cementerio de Panteón Jardín se montara una verdadera guerra de charros aspirantes intentando escalar su tálamo mortuorio y resbalando en la hierba recién regada (como él había pedido cuando ya se vio expirar) que la rodeaba, sino a que, desde entonces, los muertos cantores no descansen en paz ya que cuando no es el aniversario de uno es el de otro y aquello acaba por ser un poco macabro cuando no cansino, viendo rondar y pelearse entre ellos a todos aquellos muchachos y no tan muchachos imitando a sus ídolos en busca de arrebatarles su fama, a Negretes encabronados con Infantes, a Solises terciando sin mucho éxito, a coros enteros de duplicados de charro ilustre y muerto.

Entre aquellos mármoles creció, maduro, poco, y envejeció Patrocinio Jiménez, dicen que el más dotado de un estilo verdaderamente personal pero que malgastó inventando una técnica que consistía en modular, en una misma ranchera, como todos los grandes, transfigurándose además en sus gestos más característicos. Un hombre que hacía eso sentado sobre una lápida, daba mal rollo seguro y nadie le quiso dar una oportunidad. Al final fue amparado por los responsables del cementerio porque, ya que se ocultaba para quedarse allí a pasar las noches, trataron de buscarle alguna ocupación, o más bien un uso, y lo único que le pidieron es que si cantaba de noche, que cantara sólo por el bolero-ranchera, que era más llevadero por los muertos presentes y los amantes vivos que allá se escondían a fornicar.

Patrocinio era una gárgola negra que cantaba con los grillos y sus luces de candilejas eran los fuegos fatuos. Los deudos de muertos recientes le pagaban algo para que en las noches posteriores al sepelio le cantara algo al recién dejado, para que se sintiera o menos solo o menos muerto. Se hizo costumbre ver a la gente dándole la listita a Patrocinio el de los muertos, un papelito en el que a lo mejor solo ponía “María bonita” o “La cama de piedra” y alguna propina. Hubo quien pasó sus últimas horas discutiendo con su futura viuda sobre las canciones que le gustaría escuchar bajo tierra.

Como Patrocinio era de poco gasto empleó sus ganancias en una grabadora bastante sencilla y algunas cintas, que grababa de noche, por la tranquilidad. Si hacía frío se refugiaba en algún panteón y se pueden ustedes imaginar el eco que aquello generaba. Procuraba enterarse si había fallecido algún empresario disquero y le entregaba las cintas a sus colaboradores, otras veces hacía mandarlas por correos. Se empezó a correr la especie de que recibir una cinta de Patrocinio era yuyu. Así que poco caso le hacían.

Casi todo lo que cantaba eran recreaciones de éxitos, aunque también a veces deslizó temas propios. Con el tiempo se había vuelto un hombre bastante espiritual, a su manera, y eso lo reflejaba en sus composiciones, en las que normalmente se caracterizaba como un charro que hablaba con los muertos, con los ángeles y con algunos espíritus de filiación desconocida. Al final un pequeño sello independiente, más como broma que otra cosa, decidió editar un compilado de algunas de esas canciones que aún se encuentra en tiendas mexicanas, por lo que si algún amigo va a DF le recomendamos que busque “16 grandes éxitos de El cantante de los Muertos: Patrocinio Jiménez”, en Pulque Sí / Tangará. A Patrocinio no le busquen, porque hace algunos años cogió una mala enfermedad de los pulmones y aprovecharon en el clínico para trasladarle después a un psiquiátrico. Ya nadie le canta a los muertos por las noches.


 

Palomas y meteoritos



Como dice el sabio aforismo, "La gente está fatal".

Supongo que alguien más lo vio. Fue un momento televisivo de los de máxima audiencia. Durante el programa de Boris Izaguirre de la nueva televisión estatal, la CuatrOº. Subido al carro de esa lucrativa moda de airear los SMS que el populacho envía al programa, durante la sobremesa de una de las primeras emisiones de Channel nº 4. Apenas durante un par de segundos, y oculto entre una catarata de mensajes tipo «boris estas weno lolo t amo», pude leer un jacarandoso mensaje, fruto de la desesperación y la súplica de algún anónimo/a telespectador, que decía algo así:

CH4 Yo lo que quiero es que habléis de ese meteorito gigante que se dirige a la tierra y que la NASA nos oculta

El rollo de SMS continuó su curso («biba la cuatro, pitiflor eres superwapa»). Al principio solté una carcajada, pero a medida que continuaba el programa, y noté que ni Boris ni Anita abordaban el tema, empecé a comprender que podía tratarse de algo gordo: el fin del mundo está cerca, y la NASA está en el ajo. El gobierno está en el ajo. Las televisiones están en el ajo. Y los gays, y las presentadoras florero, y las compañías de telefonía movil... ¿O no?

Me acordé al momento de otra llamada de atención similar. Fue hace unos tres años. Yo trabajaba en el departamento de atención al cliente de una pequeña empresa de venta de tecnología por internet. Concretamente, respondía a los e-mails de reclamaciones y sugerencias, y solucionaba los problemas técnicos y reparaciones requeridas por los clientes. Y entre los muchos mensajes que nos llegaban, un día llegó una larga misiva, de unos 3 folios, que me imprimí y guardé durante un tiempo. No tenía desperdicio: un señor, que daba todos sus datos, que me pedía que fabricáramos algún ungüento venenoso que se pudiera esparcir por el aire, que sólo afectara a las palomas y que acabara con ellas para siempre. Explicaba punto por punto todos los males que las palomas han traído a la civilización: enfermedades, cacas, ataques intencionados, impacto ecológico en los insectos y otras aves... Aseguraba que el futuro de la humanidad pasaba por la erradicación de estos animales, y me pedía por favor, educada pero insistentemente, que hiciéramos algo. Le dije que haríamos lo que estuviera en nuestras manos. Estuve muy inquieto las semanas siguientes.

Quien mandó el SMS a la tele y el autor del e-mail a mi empresa podrían ser perfectamente la misma persona, o parecidas. Hay gente que está en este mundo porque dios no pasa lista. Que les sobra tiempo y les faltan tornillos. Pero por si acaso, yo me estoy construyendo un monoplaza cósmico que lance veneno en pequeñas dosis a la atmósfera.

 

Conversaciones con Boris: Vivir en la Red.

Hoy he ido a casa de Boris, que no pilla muy lejos. De hecho, como a Boris me lo invento yo, el metro me sale gratis. Y no tiene ese molesto huracan de aire criogenizado que logra que permanezcas enfermo todo el año. Y me lo he encontrado metido en la cama, con los pelos como si se los hubieran puesto con cerbatana, barba de seis días hábiles, su camiseta de caballos favorita (sale una cabeza de caballo gigantesca, a todo y doloroso color, superpuesta sobre un bosque nevado. Al lado las palabras "ENDURANCE" escritas en letras discotequeras) y el ordenador portátil en el regazo. Había restos de comida por todas partes, sobre todo en su papada, y un denso aroma a tabaco surgía hacia el resto del cosmos desde un cenicero repleto y desbordado, aún humeante.

-Vaya un desgraciado cabronazo que estás hecho, colega.
-Vete a la mierda.
-¿Como puedes vivir así? Esto apesta como una pocilga. Creo que necesitas una ducha. Y que te corten el musgo.
-La higiene es una cosa accesoria, payaso, vivo en un estado zen o alguna mierda así. Paso de cosas accesorias. Vivo la vida, me centro en lo importante...
-¡¡JA!! ¿Aquí?¿lo importante?
-Si, monstruo, lo importante. Oigo mi música, veo mis películas y leo mis libros. Todo por esta ventanita. Si hasta me compro la ropa por internet.
-Joder, ¿y para que quieres la ropa?, no te vale ni para limpiarte la lefa. Mira ese puto círculo asqueroso que tiene tu sábana!!. ¿Hasta tanto prescindes de lo "accesorio"?.
-Venga que te den por culo, dejame en paz. Es mi vida y es mi habitación y es mi sábana.
-Ya, pero Boris, tío, píllate aunque sea una "camiseta de las pajas" como hago yo. Te vale un mes o así, y luego la tiras a la basura, y tu vieja ni lo tiene que tocar.
-La sábana me vale, ¿sabes?, mi madre dice que me pone sábanas, pero que luego ¡¡me quita pergaminos!!.
-¡Ja ja ja!. Eres un puto desgraciado, macho. Imaginate que tu vieja te quita la sábana, que uno de tus espermas sobrevive y salta a la mano de tu madre, imaginate que tu madre se lleva la mano a...
-Eh, es mi madre, ¿para qué iba a hacer eso?
-Ya sé que es tu madre, Boris, pero tu madre también tendrá algún motivo para tocarse ahí. Pero ya sabes donde quiero llegar.
-¿Que fertilice a mi propia madre?, joder calla, eso es una aberración, una monstruosidad. Ostia, si con un esperma bueno como el de mi padre, que en paz descanse, ya salió de por si un monstruo como yó, imaginate que saldría si la dejo preñada con mi propio semen...
-Estoy empezando a tener arcadas, braggg. ¿Por qué sugestionaré a la bestia?
-¡Sería como rizar el rizo de la monstruosidad!. ¡Podría hacer aún más defectuosos mis propios defectos!. Podría ser más gordo, más maloliente y con dientes más amarillentos. ¡Incluso negros!. Seguro que mi madre tiene alguna maldición que le hace deformar los genes, siempre he sabido que estaba gordo por eso. Yo no como tanto. Si vuelve a pasar el semen por su máquina de malversar genes...¡Sería la ostia!.
-Vale, colega. Baja los brazos que te apesta el sobaco. Deberías salir un poco a que te diera el aire.
-...y si ese hijo de mi madre y mío tiene otro hijo con mi madre... ¡sería aún peor!. Y así, más y más y más...
-Dejalo, Boris, dejalo. ¿Para que quieres llenar el mundo de critters como tú?
-Joder, yo que sé... pues para venderlos por internet.

lunes, 28 de noviembre de 2005

 

Frank Oz: un genio marionetista y un artesano de la serie-A



Me confieso víctima fácil de la comedia norteamericana. Especialmente, de las películas de las décadas de los '80 y '90, y casi todos sus responsables. Con los maestros John Landis / John Hughes a la cabeza, seguidos de toda esa pléyade de productos del Saturday Night Alive, similares y aledaños (Bill Murray, John Belushi, Dan Aykroyd, Rick Moranis, Eddie Murphy, Steve Martin, Chevy Chase, Chris Elliot, Richard Pryor, James L. Brooks, Harold Ramis, Walter Hill, etc.). No tolero de igual forma el cine de los Zucker / Abrahams, todas esas comedias de chiste visual que, sin ser una creación propia de los ZAZ, tanto daño hicieron a la industria y que me resultan bastante cansinas (es decir, las eternas sagas etiquetadas en España a partir de títulos como «[haz lo que sea] como puedas» o «Loca academia de [lo que sea]»); ni tampoco las comediarrománticas al uso, de Nora Ephron para abajo, que adormecen a las ovejas (“Tienes un e-mail”, “Cuando Harry encontró a Sally”, “Algo para recordar”, “French kiss”, "Me rayas, Meg Ryan"...).

Me refiero al cine de risaexploitation gamberro, exagerado, masculino, de acción, de situación, que tiene como máximos exponentes películas como “Blues brothers”, “Mis locos vecinos”, “Superdetective en Hollywood”, “The three amigos”, “El gran despilfarro”, “Cazafantasmas”, “Un genio con dos cerebros”, “Mejor solo que mal acompañado”, “Cliente muerto no paga”, y un larguísimo etcétera. Y también a la vertiente universitaria, desde “Porky’s” a “El club de los cinco”, pasando por casi todas las teen movies de los 80's y alguna de los 90's. Comedias absolutamente yanquis, con sus aciertos y sus errores, pero que no me canso de ver una y otra vez.

Delimitada, espero, la parcelita cinematográfica a la que me refiero, creo que la memoria colectiva le ha hecho muy poca justicia a Frank Oz, un entrañable caballero de origen británico al que los fans de la comedia americana debemos casi tanto como a los otros, y del que nadie se acuerda a la hora de repartir medallas.

Además, este incansable juan palomo de abracadabrante apellido no sólo estrena de vez en cuando comedias a la americana de gran factura pero pocas pretensiones, y casi siempre entretenidas y más que potables, sino que debe ser recordado por muchas otras cosas:

Como todo fan de los Teleñecos sabe, Frank fue la mano derecha de Jim Henson, el maestro titiritero de cuya mente salieron toneladas de productos que forman parte de la infancia de todo ser humano: los Fraggle, Barrio Sésamo o los Teleñecos. Amigo de juventud y eterno ayudante del gran Henson, es también el creador de muchos de los personajes de todas las series de muppets (y por extensión, de casi todas las películas americanas en las que aparece un muñeco animado o un animatronic de cualquier clase).

Así, además de Titiritero Mayor Consorte y propietario de una de las mentes más inquietas que jamás hayan deleitado a algún niño, Frank también es experto en el noble arte del doblaje. Es nada menos que la voz de Yoda, en todas las películas de la saga de Star Wars; de la cerdita Peggy, del monstruito punk Animal, de Tricky el monstruo de las galletas, Fozzie el osito de los chistes malos... Y decenas de peluches más.

Para entendernos, sin ir más lejos Jim Henson fue siempre la voz de Epi, y Frank Oz la de Blas. Literalmente.

Dentro del taller de marionetas de Jim Henson, Frank Oz probablemente fue el que más hizo por extender ese mundillo y llevarlo a la gran pantalla. Creador, guionista, actor, promotor y/o director de las primeras películas durante los setenta, tales como “The Muppet Musicians of Bremen” (1972), “Tales from Muppetland: The Frog Prince” (1972) o “La película de los Teleñecos” (1979), y de esos otros proyectos de películas con humanos y muñecos que el cine ha dado, de muy irregulares resultados y en los que el estudio de Henson estuvo implicado, como “Cristal oscuro” (1982), “Legend” (1985), “Dentro del laberinto” (dirigida por el propio Henson en 1986), la serie del Cuentacuentos, la preescolar El oso de la casa azul... Como diría un busto parlante de las noticias, Frank Oz es un fabricante de sueños para niños. Con pelos y ojos como pelotas de ping-pong.

Pero visto el lado "muppet" de Frank Oz, que le mantiene ocupado gran parte de su tiempo, su otra faceta es la de director de comedias americanas sin pretensiones, del estilo de las que hablaba al principio. Más o menos cada dos años estrena una nueva comedieta:

1986 – “La pequeña tienda de los horrores”. Supongo que no queda nadie que no la haya visto. Es el remake de una vieja peli de miedo de Roger Corman (otro artesano todoterreno) que contó con Jack Nicholson en uno de sus primeros papeles, y que gira en torno a una planta carnívora que satisface los deseos de su dueño a cambio de que éste le proporcione carne humana. Si la de Corman era una pieza de miedo y apenas algo de humor negrísimo, Frank Oz la convirtió en un musical, colorista, retro y con elementos fantásticos. Con Rick Moranis de protagonista y el inolvidable papel de Steve Martin (con el pelo negro) haciendo del sádico macarra dentista, o Bill Murray con un cameo como masoquista.

1988 – “Un par de seductores”. Aquí la pareja protagonista son Michael Caine y Steve Martin. Dos playboys que se ganan la vida aprovechándose de la ingenuidad de solteras millonarias europeas, a las que seducen para sacarles la pasta. El primero es un caballero, que ha amasado una enorme fortuna y tiene una inmensa finca en la Costa Azul, mientras que el segundo es un buscavidas más fullero y torpe. Ambos competirán por la misma mujer, dando lugar a escenas cómicas de todo tipo. La que más perdura en la memoria es aquella en la que Steve Martin se hace pasar por un veterano de guerra, que se mueve en silla de ruedas para dar lástima a la víctima, y Caine se disfraza de su doctor, y le putea todo lo que no está escrito.

1991 – “¿Qué pasa con Bob?”. Algo más tonta, pero también bastante simpática, es esta historia de un psiquiatra (Richard Dreyfuss) que se va a pasar unas idílicas vacaciones a la montaña, pero uno de sus pacientes más peligrosos, un chiflado hipocondríaco, cínico e insoportable (Bill Murray) le sigue a todas partes y consigue sacarle de sus casillas.

1992 – “Esposa por sorpresa”. Supongo que será por la presencia de la irritante Goldie Hawn, que esta nueva peli me parece que le quedó un poco más sosa. Más ingredientes románticos y menos disparates, pero probablemente la gran antecesora de otros ejemplos recientes (y más que dignos) de este género, como “Los padres de ella” y “...de él”.

1995 – “La llave mágica”. Supongo que el señor Oz echaba de menos a su público más joven, así que su siguiente película fue esta fantasía infantil sobre un niño que guarda unos muñecos de juguete en un armario mágico, de forma que cobran vida y les suceden todo tipo de divertidas aventuras para toda la familia, por el salón. La vi hace mucho tiempo, pero recuerdo que sorprendía su ausencia de ñoñería, y que conservaba un halo en la línea de las viejas películas de aventuras infantiles como los “Goonies” o “E.T.”, bastante refrescante.

1997 – “In & out”. Probablemente su película más conocida, deudora de la comedia negra británica más clásica. Un canto de cisne bufo al hilo de eso de “salir del armario” que estaba tan de moda (y que nunca deja de estarlo), cuando a un profesor le sacan de allí a patadas durante una entrega de premios, haciendo que se plantee seriamente su afiliación sexual justo antes de la boda con su prometida de toda la vida. Yo me he echado mis buenas risas con ella, aunque conozco aguerridos detractores.

1999 – “Bowfinger (El pícaro)”. Otra vez Steve Martín, ahora en comandita con Eddie Murphy, en uno de los pocos papeles dignos que ha hecho en los últimos 15 años. Bobby Bowfinger es un director de cine en horas bajas, que para impulsar su nueva película (de serie Z, con marcianos y todo) decide utilizar de protagonista principal a la más grande estrella de Hollywood del momento (Eddie Murphy, haciendo más o menos de “as himself”), pero grabándole sin que lo sepa. Igual que el resto, la película es simpática, entretenida y con un puñadito de gags memorables.

2001 – “The Score (Un golpe maestro)”. La primera incursión en la no-comedia de Oz es probablemente también la más mediocre de su filmo. Un thriller de acción con un argumento bastante trillado (valga la redundancia) y que no salvan ni Robert DeNiro ni Edward Norton, a pesar de que están muy bien los dos. La peli también se deja ver (no llega al nivel de desatino y la arcada de las habituales astracanadas de Jerry Bruckheimer, cosa que se agradece), y la ambientación y el toque jazzístico son bastante bonitos. Por cierto, que la leyenda dice que el otro gran dinosaurio de la peli, un Marlon Brando multiplicado por cuatro, se negó a ser dirigido por Frank Oz en sus apariciones, el muy soberbio, precisamente por la trayectoria de aquel como maestro muppetero. Una razón más para odiar al Brando en versión gordopilo, y para hacerse una idea del grado de incomprensión al que es sometido el genial Frank Oz.

2004 – “Las mujeres perfectas”. Pues sin descuidar su trabajo con los muñecos, sus múltiples labores de doblajes para Pixar y para el emporio de Georle Lucas, o distintos proyectos menores para televisión, el año pasado Frank tuvo tiempo de estrenar otra película, otro remake, esta vez una comedia ambientada en un pueblo llamado Stepford en el que todas las mujeres están buenas y se empeñan continuamente en tener satisfechos a sus maridos. Confieso que no la he visto, aunque creo que tuvo muy buenas críticas en su momento. Y me consta que Nicole Kidman está “de toma pan y moja”, que diría mi amigo Fer. Si alguien se anima, que deje su impresión en los comments.

Además de su bagaje como “maestro titiritero” (cosa que nunca dejará de asombrarme y que me parece que por sí sola hace que Frank merezca un altarcito), las peliculitas de Frank Oz me parecen todas ellas simpáticas, con férreos guiones de comedia, de aséptica factura y suficientemente entretenidas. Si bien puede que no vayan a pasar a la historia de la Comedia Universal, creo que es una trayectoria coherente y digna de mención.

Tener ante uno el peso y la responsabilidad de ser el nuevo Jim Henson y el nuevo John Landis en una sola vida, creo que no es ninguna tontería. El bueno de Frank lo hace bastante bien. A mí me parece un genio y un tipo de lo más entrañable, y sus comedietas garantía de unas buenas risas entre colegas, de lo mejorcito del cine mainstream norteamericano. Por mucho que ahora venga a soplarle un endiosado ballenato como Brando (así le caiga encima su peso en estiércol).


 

Felix Gundelmann, de Los Vieneses

Felix Gundemann llegó a Barcelona en 1942, en compañía de Arthur Kaps, Franz Joham, Herta Frankel y otros artistas centroeuropeos que, junto a talentos locales como Gustavo Re, formarían la compañía de variedades Los Vieneses, a pesar de que en realidad apenas ninguno había nacido en Viena. Gundemann, por ejemplo, era checo, de Bohemia. Aquellos cómicos huían de la guerra y algunos de otras cosas, Gundemann huía de cualquier cosa y aunque aquello era una compañía de variedades, desde cantantes a marionetistas -en esto, trajeron a España una escuela que aún pervive- lo cierto es que los talentos de Felix eran realmente variados, por no decir inexistentes. En realidad hay quien dice que en realidad había venido solo porque le protegía Kaps, que por algún motivo le debía la vida, o que era amante de la Frankel. No se sabe.

Lo cierto es que entre aquellos cómicos que asombraron al Paralelo y posteriormente a toda España, y que muchos tienen en la memoria porque en los primeros tiempos de la televisión en España se echaba mano de ellos para rellenar cualquier hueco, Felix Gundelmann era un bicho raro. En las primeras funciones cantaba sin gracia, hacía trucos mágicos a los que se le veía el truco, o simplemente salía a escena en un estado de alteración mental tan notorio que era capaz de cualquier cosa. Esto era, lógicamente, lo que más le gustaba al público. Durante los primeros meses, en los que no se expresó en ningún momento en español, se aprendió diversos monólogos y recitados, que memorizaba como si fueran ‘mantras’ y recitaba con un acento fortísimo. (Un buen ejemplo ere el “Romance de la Chata”, que por aquel entonces fue muy popular en la voz del recitador Alejandro Ulloa). La peculiaridad de Gundelmann es que él lo hacía a gran velocidad y mirando al vacío, y si alguien comenzaba a reírse, paraba y parecía volver a la realidad; le miraba un segundo y luego empezaba de nuevo desde el principio, nunca desde el punto en el que se había interrumpido. Esto generaba una nueva tanda de risas y una nueva interrupción, y así durante minutos, hasta que un asistente salía al escenario y se lo llevaba como a un muñeco. El público prorrumpía entonces en una fuerte ovación.

Al cabo de unos meses la salud de Gundelmann fue empeorando y sus costumbres exacerbándose, por lo que Kaps, que ya veía cumplida su deuda y en peligro su compañía si se conocían las excentricidades del recitador, le dio algo de dinero y le despidió. Gundelmann, que también escribía -pero sólo en francés- tuvo que enrolarse en otras compañías menores y cada vez menores, que recorrían localidades más pequeñas y en las que su número acababa con un bombardeo de objetos por parte del público, que disfrutaba de él como de un disco rayado. Aunque la imagen pueda resultar patética a la gente le resultaba muy divertido ver a aquel tipo recitando una y otra vez los mismos versos mientras le arrojaban todo tipo de hortalizas muy pasadas de fecha –no era época de tirar comida que se pudiera aprovechar-. Chinas, monedas de poco valor, etc. Creo que también fastidiaba un poco a la concurrencia que Felix E. Se presentara invariablemente en público como un pincel y, aún cuando acabara su actuación hecho un ‘ecce homo’, conservara cierta elegancia.

La fama de Gundelmann no pasó nunca de mediana pero aún así le llegó para que en la serie dedicada a los artistas cómicos y variedades del sello Montilla se decidieran a grabarle algunas ceras, bajo el sobrenombre de “El hombre que no para, de los Vieneses”, aunque ya no formara parte de estos. Lo más singular es que junto a algunos recitados que casi suenan a ragas tibetanos, con la salvedad de que van acompañadas de algunas risas que suenan a ultratumba, se incluyen algunas composiciones del propio Gundelmann que podríamos decir se acercan a un Kurt Weill abducido por la Orquesta de Sun Ra, y todo esto a mediados de los 40. Aunque el fantástico y extraño sonido no parece premeditado, sino causado por la impericia y lo fantasioso de su responsable; con una instrumentación precaria –al parecer las grabó con una de las orquestas secundarias de Montilla, con unas partituras poco menos que surrealistas y en sesiones que el mismo se ocupó en montar con una primitivísima mesa de mezclado- un francés arrastrado e impostado y unos títulos que traducidos son “Los ojos de la esfinge”, “Fantasías de Madrid y Barcelona” y especialmente, mi favorita, “Un paseo junto al Volga” -donde creo haber entresacado una especie de historia de amor y pasión que acaba en un suicidio en el río donde el protagonista va encontrándose a famosos cadáveres fluviales, desde Ofelia a Rasputín- aquellas grabaciones han permanecido olvidadas hasta que el pequeño sellito catalán Blue Moon ha decidido restaurarlas y editarlas, con un bonito libreto adjunto. Por supuesto, aprovecho para recomendároslas.

Pdta. Por si a alguien le pica la curiosidad, Gundelmann acabó casando con una señora madrileña de las que se consideraban solteronas irreparables y de rentas menguadas pero suficientes para vivir sin trabajar y se trasladó con ella a la capital de España donde murió en los años sesenta, sin haber vuelto a demostrar veleidades artísticas y sin aprender jamás español. Aunque, eso sí, todas las tardes de sábado declamaba sus versos favoritos ante su señora y amigas, que, arrobadas, nunca le interrumpían. Gundelmann llegó a saberse más de seiscientas composiciones de memoria pero nunca llegó a entender el significado de un solo verso. Según él, sabía distinguir la calidad a través de la musicalidad de las palabras. Quizás por eso alguien le quiso gastar una broma y en su epitafio se lee “El que aquí yace sigue extraviado / como hizo en vida, pues de finado”.

domingo, 27 de noviembre de 2005

 
Le digo a mi abuelo "aitite, te voy a regalar una máquina de cortar pelos de las orejas, que los llevas asomando".

Y me dice "mejor regalame una de cortar orejas".

 

YO FUI UNA HORMIGA SEXUAL


Bonito título. Habrá quien piense que es una oda mindundi al sexo diminuto. O a una orgía de hombrecitos alrededor de una hembra ponedora. O simplemente sexo obrero, proletario. Lo cierto es que hay que situarse en 1981, tenía dieciseis años y el destino quiso que me transformara como el capullo que era en u nuevo ente repulsivo...
YO FUI UNA HORMIGA SEXUAL ...
y eso cambió mi vida. Esta es la historia.

El verano de 1979 había sido el de la música disco. Invertí buena parte de mi economía del acné en los singles discotequeros del momento e incluso acudí a esos lugares de ridícula adultez púber llamados discotecas. No hay nada más horroroso que una discoteca de quinceañeros cuando tienes quince años y durante tu vida anterior has sido una rata de biblioteca poco interesada en el sexo contrario. Pero de repente todo explota y la pus facial granulada te impulsa a ello. Así que empecé a comprar singles compulsivamente. I Will Survice, Chic, Da YA Think I’M Sexy, Pop Muzik, Rappers Delight, Donna Summer y hasta el My Sharona, que para algo estaba en el top ten de la época. Y luego estaban las lentas, baladas de los Korgis o la KC and the sunshine Band. ¿Quieres bailar? ¿Quieres un cigarrillo More? Quizá pensaba que a través de esos vinilos a 45 revoluciones por minuto llegaría antes al sexo con una de esas hembras gilipollas que no me hacían ni caso.

Lo cierto es que creo que el verano de 1980 siguió la misma tónica. Y eso que había pasado todo un año almacenando hits (de los auténticos y de los falsos). El Funkytown de Lipps Inc. fue la banda sonora de mi miseria sexual adolescente. La acompañaban Viola Wills o Diana Ross. Así que a finales de ese año supongo que mi unión para con Pachá o Playboy (discotecas del pueblo costero donde languidecía) estaba tocando a su fin. También mi compra indiscriminada siguiendo los criterios de la radio fórmula. Creo que algo tuvo que ver que un compañero de clase pasara ese verano en Londres y regresara poseído y con sus alforjas cargadas de punk y New Wave.

Yo no sé muy bien cómo llegué hasta él, supongo que escuchando la radio (al fin y al cabo eran CBS), pero la cosa es que en algún momento indeterminado de finales de 1980, cuando se lanzó el disco en España, compré King of the Wild Frontier de Adam and the Ants. Mi primer elepé. Recuerdo perfectamente ese día. De hecho, un testigo de Jehová maricón me paró por el camino de regreso y me preguntó si creía en Dios y que qué disco me había comprado. Creo que fue una advertencia divina. Si sigues por ahí llegarás a las drogas y te adentrarás en un mundo de alcohol y vómito. Yo seguí mi camino.





Adam and the ants significaron la ruptura con el pasado. Si yo era una rata de biblioteca y una rata de discoteca, lo lógico es que fuera también una rata melómana. Yo, gilipollas como era (y soy) debía ser diferente, estar por encima del vulgo. Y fíjense ustedes que cosa, Adam and the Ants, con su punk apopado, sus chillidos tribales y holliganescos (muy de los Pistols, por cierto) y su poderío rítmico a base de dos semibaterías, lo encarnaron. Devo, B-52’s, Siuxsie y The Clash les siguieron, pero eso es otra historia. Aunque ojo, no se me despisten, yo seguía siendo un arrastrado tipo sin criterio. Pero en mi mente esos tipos pintarrajeados que mezclaban la gloria del pirata con la estética apache marcaban la diferencia.

Lo cierto es que al ritmo de Sex music for ant people dí un paso de gigante hacia la nada elitista (que manda huevos), fui al concierto y todo, y para mí lo fueron todo durante un par de meses o tres. No sé si fue gracias a esa tremenda transformación que hasta me saqué novia. La hermana (algo mayor) de un compañero de clase (presuntamente gay). Las hermanas eran mi gran especialidad, no olviden que yo seguía siendo un miserable sexual. No sé si el hermano presuntamente gay se me quería follar, pero yo acabé jugando al petting con su hermana durante medio año. Podría definir esa relación como un morreo que duró medio año. A ella le gustaba Ana Belén y a mí Adam and the Ants, así que mucho futuro no había. Tampoco llegué a follar, aún, pero sí conseguí magrear, meter mano y que me tocaran la polla. Yo fui una hormiga sexual. Dog Eat Dog.



sábado, 26 de noviembre de 2005

 


Este es el Spanish Aero Car en la actualidad, en una foto goggleada. No he podido encontrar ninguno de los bellísimos grabados de la época de su inauguración, ni los planos que he podido ver en los documentos que he encontrado en la Escuela y que han servido de inicio para el post de la ingeniería bilbaina.
Es una pena porque se han perdido varios detalles. El color de ahora es estruendoso, antes era blanco, mucho más elegante. Las ruedas de pase de la barquilla ahora son todas del mismo tamaño y de tipo ferroviario. En la época, una época sin tantos estándares como hoy en día, eran más estilizadas, de mayor radio las exteriores, lo cual hacía una bonita impresión estética.

 

Sentencias aleatorias nº1



"They may not go down in history


But they'll go down on your sister"


NOFX

viernes, 25 de noviembre de 2005

 

Radio on-line

Si os gusta escuchar la radio aquí tenéis el link perfecto

http://pandora.com/

Colocáis el nombre de un grupo y automáticamente se genera un canal con el nombre de la banda, en el que aparece música del grupo aleatoriamente y otros grupos de ese mismo género, acompañado de una pequeña guía que te va orientando sobre las canciones. Puedes pasar al tema siguiente si el que estás escuchando no te gusta.

 

Pobre voz que anda al garete
por la parranda y el cuete,
por fumar y por la tos,
cuando quise echar falsete
solo sale un vil chisguete
de aquel gran chorro de voz.

Para Best, Garrincha, Robin Friday.
Y a todos los futbolistas muertos a los que solo recuerdan aficionados muertos. Posted by Picasa

 

Ingeniería Bilbaina

"Es el bilbaino hombre de bien, hombre de empresa"




Seguramente podreis reconocer fácilmente las obras de la ingeniería decimonónica. Se suelen ubicar en contextos victorianos, por una de esos malabares de la iconografía y también por motivos poéticos. Ahora se ha utilizado como un gimmick más, o como un estilo de diseño, en varias películas como "La liga de los hombres extraordinarios" o "Sky captain y el mundo del mañana".

Artilugios barrocos, puentes sólidos plagados de remaches, humo por todos lados y estructuras rematadas con miles de nervaduras y embellecimientos. Todo aquello que surgió en la ingeniería debido al nuevo acero, surgido del horno Bessemer, que por fin permitía realizar los sueños húmedos de miles de ingenieros, que vieron por fin, materializado el potencial de las ecuaciones de Newton y su cálculo integral, las leyes de Faraday y toda la pesca.

Es bastante desconocido por el público en general como esa ingeniería, ese diseño y esa iconografía que ha servido de escenario para tantas películas y que ha adorna las partes bonitas de, por ejemplo, Boston era, en gran parte, bilbaina. Y parte de la que no lo era, era una mimetización de esta llevada a cabo por los ingenieros ingleses que frecuentaban o residían en Bilbao.

Los grandes teleféricos, los transportes aereos, los puentes de grandes luces de aquellas épocas, muchos nacieron en Bilbao. El control remoto, por mucho que sorprenda, es de Bilbao. Un ingeniero bilbaino se lo enseñó a Alfonso XIII en plena ría.

El Telekino era un barco, más bien una barquichuela, que flotaba a merced de ese pequeño oleaje grumoso que sacude las negras aguas sépticas de la ría de Bilbao. El ingeniero bilbaino le preguntó al monarca que dijera hacia donde quería que aquella barca se moviera. Accionó unos controles en un panel y la barca se movió hacia allí. El rey quedó estupefacto, y si hubiera tenido más sangre de Isabel la Católica, quizas aquellos hombres hubieran visto sus bigotes arder en el cadalso.

Era la primera demostración de un control remoto sobre la faz de la tierra. Y fué en Zorrozaure. La pena es que los chiquiteros no se enteraron, de haber sido así, con eso y el funicular habrían sacudido la escena musical del momento, aumentando nuestra ya, de por sí, inevitable fama de exagerados.

Aquellos tipos estudiaron el asunto para hacer más humano su simpático Telekino. Querían hacerlo más grande, más rápido y capaz de lanzar torpedos y proyectiles balísticos. Afortunadamente, no se sabe bien por qué, abandonaron la idea.

Otro ejemplo, bastante curioso también, fué el "Spanish Aero Car". Un nombre que podría incitar al miedo y al pavor, algo en lo que yo, por ejemplo, no me montaría. Aún así, este si que funcionaría, y sin bajas. Hasta hoy en día.

Las cataratas de Niagara ya eran un lugar de visita turística a principios del siglo pasado. Curiosamente por parejas de recién casados. Entrando en otros terrenos, yo diría que el estruendo de las cataratas simbolizaría perfectamente las emociones y la ilusión que llevan a una pareja a dejar de escucharse a si mismos, hasta llegar a la decisión de tomar un compromiso siempre tan poco meditado como puede ser el matrimonio.

Lo que pasa es que había que verlas desde la barrera. Los locales se hacían cábalas sobre como acercar aún más los espectaculares accidentes naturales, como el "horseshoe" y el "whirpool" a los visitantes, y promocionar aún más sus restaurantes y hoteles. Era imposible construir un puente.

Hasta que llegó uno de Bilbao y dijo: "eso no es problema". Y se diseñó el invento, en un ti-tá. El Spanish Aero Car, se llamó, tan al gusto americano, y lo explotó hasta 1961.




 

George en Los Angeles

En la primavera de 1975 Georgie Best le dijo adiós a Manchester. Tenía 28 años, pero en Old Trafford le daban ya por acabado. No tanto por sus comentadas adicciones al alcohol y la juerga, porque era capaz de jugar mejor de la mitad del equipo sin haber dormido la noche anterior, sino porque lo hacía sin ningún reflejo de interés por el juego, y aún así era tan bueno que resultaba insoportable para sus compañeros de vestuario.

Si fuera por Best habría abandonado el fútbol en aquel mismo momento, pero su representante le convenció para buscarse algún trabajo cómodo y bien pagado en algún equipo necesitado de algo de glamour. Era un astro de rebajas y llegó a probar con el Deportivo de la Coruña. Todo iba más o menos bien hasta que, justo antes de la firma pública le presentaron a la directiva y preguntó a su intérprete a grito pelado
- ¿Cuál de estos hijodeputas es Franco?
La rueda de prensa se anuló inmediatamente.
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Tras unos cuantos tumbos más se encontró con Elton John en una fiesta. este le dijo que pronto se compraría un equipo de fútbol -lo hizo, el Watford, y lo llevó a primera división- pero que de momento lo mejor que podía hacer era irse a la nueva liga americana, donde pagaban bien y viviría como una genuina estrella.
- Estás hecho para New York, tío.
Pero N.Y. eran de Pelé. El brasileño había firmado por el Cosmos un año antes y no tenía ninguna intención de compartir equipo con un jugador que le podía poner en evidencia y con el que apenas estaba contrastado; Best no había jugado mundiales al pertenecer a la débil selección de Irlanda del Norte, y Santos y Manchester no se habían enfrentado. Pelé le dijo a la directiva del Cosmos que Best era un loco que iba a poner en entredicho la imagen y seriedad del Cosmos y que era mejor seguir tentando al 'Kaiser' Beckenbauer...
Afortunadamente, a Best le hicieron una oferta que no pudo rechazar.
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Los Angeles Aztecs aspiraban a ser la otra gran franquicia de la NASL. Sus intentos de atraer a los emigrantes latinos, especialmente los mexicanos, habían fracasado, y las entradas a los partidos eran penosas. Solo les quedaba cerrar o buscar una salida desesperada, y en aquellos momentos no había otra decisión más desesperada que fichar a Best.
A Best le gustó LA, aunque quizás le pareció un poco grande.
- ¿Como me encontrarán si me emborracho? - preguntó a los ejecutivos del equipo.
Estos se rieron, pero uno de ellos, el empresario italiano radicado desde veinte años antes en California Rodolfo Maragane, le llevó a un aparte y le dijo.
- Mira hijodeputa, haz lo que te salga de las bolas fuera del campo y juega como sabes dentro. Pero nunca, nunca, nunca me vuelvas a faltar el respeto delante de nadie porque te llevaré al bosque, te ataré a un árbol y te mataré a tiros.
Eran las instrucciones más concretas que un directivo o entrenador le había dado en los últimos años, y Best se aplicó en cumplirlas.
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Su primer partido fue contra los Tampa Bay Rowdies, un equipo sólido para lo que era la NASL y sin grandes estrellas. Su principal jugador era Mike Connell, un central sudafricano que podría haber jugado en la liga inglesa de no ser por las disposiciones anti-apartheid y porque, tras hacer una prueba con el Chelsea, se fue de juerga con unos muchachos del National Front londinense y acabó detenido por destrozar un comerció paquistaní. Connell odiaba a los ingleses y pronto se lo hizo notar a Best.
- A mi que me cuentas, yo soy irlandés, los ingleses me la traen floja y tu eres un capullo.
En las dos primeras entradas, Connell estuvo a punto de partirle una pierna a Best. Pero este salió como pudo en el envite. En aquella puta liga que le había recomendado el marica de John aún no llevaba una semana y ya le habían amenazado de muerte y marcado en el campo como en su puta vida había hecho ni Nobby Stiles. Y los árbitros sólo tenían instrucciones de proteger a Pelé.

Best sabía que si le daba otra oportunidad, Connell le mndaría a casa con una pierna rota. Así que se acercó a su compañero Charlie Cooke, un veterano 'pros' que daba sus últimoas carreras en la liga yanqui y que era el único tipo del equipo al que se le podía dirigir en su cerrado cockney.
- Charlie, haz lo que te salga de los huevos pero entretén al árbitro.
A la siguiente jugada, Cooke hizo una falta casi en medio campo y comenzó una tangana. Mientras el árbitro trataba de separar a los jugadores, Georgie, que se había mantenido al margen se fue sibilinamente hacia el sudafricano y le dijo
-Eh, hijo puta.
En cuanto este se volvió le colocó una patada en los huevos que lo dejó seco.
- ¡Un calambre! - se puso a gritar Best, levantando el brazo llamando a las asistencias.
En el 87, Best recibió en lamedia luna, se volvió y metió un zurriagazo al balón -con la misma precisión con la que había dado antes la patada en los huevos- y batió al portero de Tampa.
No fue un gran partido, pero el público se lo pasó en grande.
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Cooke y él no hablaban mucho con el resto de los jugadores norteamericanos del equipo, chicos jovencitos que habían aprendido a jugar al fútbol en la universidad. La mayoría jugarían un par de años antes de buscar trabajo en sus licenciaturas, y mientras tanto trataban de hacer contactos profesionales con los peces gordos de la directiva, para tratar de meterse en sus empresas. Casi ninguno sabía quien era Best ni porque coño era tan famoso.
Así que los británicos, que vivían solos en sendos apartamentos de lujo casi contiguos, comenzaron a salir opor su cuenta. A Best el lujo impostado californiano le resultaba aburridísimo. Todo el mundo comía soja y otras porquerías por el estilo, todos veían películas aburridísimas y escuchaban la peor música del mundo. Las tías que le presentaban eran todas gilipollas, estaban muy buenas pero no dejaban de hablar mientras las follaba sobre la puta era acuario y la conexión espiritual o lo que fuera.
- ¿Así que eres actriz? -Le preguntó a una. Ella asintió-. Perfecto. ¿Puedes hacer de la jodida Belinda mientras te echo el próximo polvo?
Así que empezaron a alternar con un par de jugadores mexicanos del equipo. Les llevaron a los barrios latinos de LA y Best conoció a chicas realmente divertidas, se aficionó al mescal, a la suave cerveza azteca y a las anfetas. Se mantenía delgado y, en su medida, en forma. Aquel año acabó marcando 15 goles en 23 partidos. Los que le vieron cuentan que hizo cosas que nunca había llegado a hacer en Manchester. Se trasladó a vivir con sus compañeros mexicanos y hasta les presentó a Elton John.
- Tío, estoy hecho para Los Angeles.
Elton quiso aprovechar el momento de felicidad de Georgie para hacerle una mamada, pero este se lo quitó de encima con tan mala fortuna que se le rompieron las gafas.
- Lo siento, tío. Vete a Nueva York e intentaló con Pelé.
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George jugó tres temporadas en LA antes de decidir fichar por Fort Lauderdale, donde coincidiría con Teo Cubillas. El principal directivo, Maragane había sido detenido, al parecer por algo relacionado con unos tíos que habían aparecido muertos en un bosque y el equipo andaba mal de fondos. george había tenido algunos problemas con la familia de una chiquita chicana con la que había intimado sin el consentimiento de la familia. Cuando fue a explicarse resulta que se encontró con que en realidad había estado enrollado simultaneamente con dos hermanas, parecidas pero no exactamente gemelas.
- Que queráis que os diga, os parecéis todos tantísimo...
Lo dijo sin segundas pero tuvo que salir de allí a la carrera. Aceptó al oferta de FL y pasó los dos años más aburridos de su vida. En cualquier caso, había muchos irlandeses y buen whisky. En aquellos años cimentó definitivamente su reputación de alcohólico. Otros dos años en san Joé, ya sin ganas, y de regreso a Europa siguió dando tumbos y hasta hoy... No sé si hasta mañana (no hay mañana, justo al acabar esto veo que ha muerto. DEP).
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Tuve ocasión de entrevistarle, brevemente, en una ocasión. Le llevé una replica de su vieja camiseta de los Aztecs. La miró y puso expresión de desinterés.
- ¿Yo he jugado ahí? ¿Cork? ¿Boro? (En el Boro ni siquiera había jugado, pero no lo recordaba).

Le dí al vuelta y allí estaba, su nombre y su número.
- Ese sí soy yo.
le dio la vuelta y miró el escudo. Vio el orgullosa águila azteca.
- Aaaaahhh, sontió, brevemente.

Y me la firmó: "George, el puta. Dame mescal".

 

Match Point, de Woody Allen




Ayer vi la nueva de Woody Allen, "Match Point", y salí entusiasmado. Con ésta me he reconciliado con Woody... Sé que esta frase suena como el culo dicha por mí, o por nadie que no sea un erudito fijo del Fotogramas o el Dirigido por. Pero la verdad es que es la sensación que tuve, así que lo repito: me he reconciliado con las películas de Woody Allen.

Aunque me gusta más el cine de pajero estándar (marcianos, monstruos, luchadores mexicanos, tetonas, coches, tiros, volteretas, chistes, zombies, carnicerías...), también tengo algún punto en común con los barbas que salen en Qué grande es el cine: Billy Wilder, Chaplin, Jarmusch, Berlanga, yo qué sé... Hitchcock. Pocos más. Y de Woody Allen concretamente me empapé casi sin querer en la facultad, donde unos amigos organizaban ciclos de cine y las pusieron casi todas. Mi favorita siempre ha sido "Sombras y niebla", una de las más desconocidas y menos valoradas, y que me parece maravillosa. Allí también vi verdaderos tostones que me dejaron helado, como "Interiores", "Delitos y faltas", "Hannah y sus hermanas", "Maridos y mujeres"... Y otras recientes que te dan ganas de ir a buscarle y meterle el clarinete por donde se sienta. Pero algunas otras de sus películas están entre mis favoritas, como la costumbristas y deliciosas "Misterioso asesinato en Manhattan" o "Días de radio", la scorsesiana "Broadway Danny Rose", la maravillosa "La maldición del escorpión de Jade" o la irregular pero interesante "Desmontando a Harry". Las más directamente de cuchufleta, como "Bananas", "Toma el dinero y corre" o "La última noche de Boris Grushenko" me parece que han envejecido fatal y que se quedan, vistas hoy, casi a la altura de Genio y figura. No me entusiasman, aunque no les resto valor, por lo que serían en su momento y por haber trascendido a menudo los gags y haber pasado casi al lenguaje colectivo, que creo que tiene un mérito tremendo. Por no hablar de "What’s up, tiger Lily?", el experimento aquel de doblar en plan bufo una película de karatekas, algo tan manido a día de hoy, en tiempos de El informal o La hora chanante, y que con el tiempo queda tan rara que da angustia.

Lo que quiero decir es que, aunque no me pega mucho, he visto unas cuantas y le controlo bastante. Y con semejante batiburrillo de géneros, con esa puñetera manía de dar una de cal y otra de arena (hoy un chiste tonto, mañana una sesión de psicoanálisis, pasado una genialidad atemporal), uno nunca sabe qué esperar de sus películas, y yo por lo general las evito. Soy de la misma opinión que el padre de Milhouse, en aquel episodio de los Simpsons en el que le preguntaban por las películas de Woody, y decía «Me gustan, salvo por ese personajillo pequeño y con gafas que sale siempre». Es que es eso. Sus películas están llenas de épica y de poesía, de aciertos geniales y situaciones desternillantes pero al mismo tiempo comedidas. Y todo sucede en esas casas victorianas tan sugerentes, unos diálogos tan realistas y completos y una fotografía y una ambientación tan magistral, sus finales redondos, que en fin, me atraen siempre, pero temo que me decepcionen y me salga con otra autobiografía agridulce protagonizada con el mismo personajillo anciano y pequeñito que habla entrecortado, que es raro como un pie y feo de cojones, pero que en la película siempre se acuesta con tres o cuatro impresionantes modelos, y les da a cada una siete sin sacarla. Me cae bien, pero me irrita un poco.

Así que esta última fui a verla con una amiga que trabaja en los Yelmo Cineplex, y que me invita de vez en cuando. Y me parece muy recomendable. Para empezar, no sale el personajillo. El protagonista es un guaperas de casi treinta (me dijo mi amiga que era el protagonista de "Quiero ser como Beckham", y me recordaba un poco a Malcolm McDowell de joven; no tengo muchos más datos), un irlandés de clase media que hace malabares para llegar a fin de mes, dando clases de tenis en un club pijísimo de Londres. Enseguida conoce a una pija de libro, muy mona ella pero bastante florero, que es la hermana de su mejor amigo. Son los hijos del dueño de un emporio empresarial, un acaudalado burgués propietario de varias mansiones, aficionado al polo, miembro de elitistas clubes y todo eso. Así como su relación con la pija vaya yendo más en serio, el millonario le enchufará en su empresa, le acogerá en el seno de la familia, irá ascendiendo puestos, se irá haciendo con un nombre y se irá transformando en un agresivo broker adinerado. Al lado de la pija, su futuro está asegurado, su vida será un camino de rosas de 24 kilates. Pero ya desde la segunda escena de la película había conocido a la novia del hermano de la pija (su mejor amigo), una impresionante Scarlett Johansson, que le tiene el seso sorbido.

Así, se trata de una película de decisiones. Quedarse con la novia mona pero un poco rancia, o lanzarse a por la que está buena y enciende su pasión. Montárselo con las dos, que sería la elección sensata, parece que es imposible.

El grueso de la película, por tanto, es un drama romántico en toda regla. La verdad es que viéndola pensaba que si no fuese por la Johansson, que a mí también me vuelve loco, y la guapa hubiese sido, no sé, la imbécil de Sandra Bullock por ejemplo, creo que me hubiese dormido. A quien le gusten las de amor, ésta parte también le encantará. Pero paralelo al hilo argumental de la relación está toda la trama de los intereses enfrentados, las decisiones difíciles, los secretos, la vida de la alta sociedad, y flotando continuamente en el ambiente la premisa con la que parte la película: la famosa dicotomía SUERTE / TALENTO, para triunfar en la vida. Toda la película es como una compleja partida de tenis (de ahí el título y la profesión del chico). Por mucho talento que uno tenga jugando al tenis, si en el último juego del último set una bola golpea la red, puede pasar al campo contrario o rebotar y volver al propio: lo primero te puede conseguir el triunfo y la gloria en tu vida; lo segundo, destrozártela.

Y además de este tipo de trasfondos profundos, frases sesudas y citas filosóficas, que entretienen, y de haber tenido que fregar mi asiento después de dos largas horas viendo a Scarlett Johansson más guapa que nunca, la película me gustó también porque tiene un final sorpresa inesperado. Totalmente inesperado incluso para el poco previsible Woody Allen y sus finales patasarriba. La parte central se me hizo pelín espesa, pero en general me ha encantado.

 

Cánovas, Rodrigo, una puta, unos yuppies, una ex-novia, y yo


Con permiso, voy a meter por primera vez la cabeza en este blog salpicado de memorias y crítica espontánea, para contar una anécdota personal que me ha venido a la cabeza de repente. Nos pasó a tres amigos y a mí hace cosa de diez años, cuando los cuatro estábamos a un paso de entrar en la universidad; esa época de reventarse granos y pasar porros y minis sentados en el suelo. La tengo como una de las cosas más surrealistas que me han pasado nunca.

Por aquel entonces yo estaba medio liado con una amiga que conservo a pesar de todo, que se llama... por ejemplo, Sandra. Habíamos quedado los dos con otros colegas de toda la vida, a los que voy a llamar Esteban y Silvio; por ocultar también sus nombres reales. Era una tarde de la segunda quincena de julio. Los cuatro estábamos ociosos, acabábamos de volver hacía poco de un viaje al Pirineo aragonés con otra gente, y toda excusa era perfecta para no quedarse en casa con los padres, así que habíamos quedado para tocar la guitarra en el parque del Retiro (menos risas, que esas cosas molan cuando eres un chaval pre-Complutense. Y el dato es importante para seguir la historia).

Me acuerdo que estuvimos tirados hacia el final del parque, pasado el Palacio de Cristal, donde hay menos curiosos y sólo podríamos dar vergüenza ajena a las ardillas. La noche se nos echó encima, y como era entre semana y alguno teníamos exámenes en septiembre no podíamos alargar mucho la cosa, por aquello de la mala ostia de nuestros padres, así que fuimos desandando el camino despacito, y nos paramos a tocar las últimas odas comeflores en una esquina del estanque, al lado del puesto de Tristanbraker. Y de paso pusimos la funda en el suelo, medio en broma medio en serio. Y estaríamos cantando el Ojalá o el No nos moverán cuando se pararon a nuestro lado tres tipos que iban de punta en blanco, como si acabaran de salir de una boda. Dos cincuentones medio calvos y altaneros (aunque no recuerdo exactamente su físico, para que el lector se pueda hacer una imagen mental pongamos que se parecían uno al señor Carod-Rovira y el otro a Juanjo Puigcorbé), y una chica rubia, alta, delgada, espectacularmente hermosa y de aspecto nórdico (talmente... Xuxa, la superamiga de los niños) que iba amarrada al brazo del primero de ellos.

Se quedaron un rato escuchándonos, con lo que debimos sufrir una inquietante mezcla de buen y mal rollo. Cuando terminamos un par de canciones, que ellos aplaudieron como si nos hubiese puesto allí el ayuntamiento para su disfrute, los dos señores nos pidieron emocionados que si sabíamos tocar alguna canción de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. No nos sonaba ninguno de los cuatro, por muy hippies que nos quisiéramos sentir. Nos tararearon un par de canciones, con los ojos humedecidos por la ilusión del momento, pero no pudimos contentarles. De repente Carod, el que llevaba a la pechugona adosada en jarras, nos dijo que se iban a tomar algo por ahí, que si queríamos ir con ellos a rondarles con la guitarra, por los viejos tiempos.

Nos miramos con la cara de sorna y asombro que el momento requería, pero aceptamos la oferta. Llamé a casa desde una cabina de la calle Alcalá, inventándome alguna excusa, y mi padre me dedicó todo tipo de insultos, amenazándome con echarme de casa de una patada en el culo y todas esas cosas que dicen los padres a los adolescentes que no pasan mucho por casa (yo es que además fui un pésimo estudiante y generador de poquísimo orgullo paterno). Pero mi decisión estaba tomada, y me moría de ganas de pasar la noche por ahí con Sandra y mis otros colegas, y ver hasta dónde se alargaba la extraña situación.

Nos repartimos en los dos coches, yendo Sandra y yo de copilotos de Puigcorbé. En el trayecto nos fue informando de que eran dos ejecutivos de una importante consultora, que se conocían desde chavales, y que vernos ahí haciendo el perroflauta les había traído recuerdos y una cosa llevó a la otra. El tipo parecía nervioso, de todas formas.

Nos llevaron a una de las terrazas del paseo del Prado. Uno de esos chiringuitos isabelinos y neoclásicos por los que parece que no pasa el tiempo, y ocupamos dos mesas contiguas pero separadas: una de adultos y otra infantil. La guitarra se quedó olvidada, apoyada en una silla. Estuvimos intercambiando anécdotas de su juventud y comparándolas con nuestro día a día. Yo jugaba a intentar atisbarle un pezón entre los pliegues del escote a la impresionante rubia, que no abrió la boca en toda la noche. Sólo reía esporádicamente. Cada vez que se la trataba de meter en una conversación, hacía aspavientos, elevaba las cejas y acuchillando el castellano lamentábase de lo poco y mal que sabía hablarlo.

Escuchábamos las batallas de trinchera de los dos ejecutivos y nos partíamos de risa con sus opiniones políticas, sus carreras delante de los grises o lo que coño fuera, que tampoco me acuerdo muy bien. Sí recuerdo que nos comportábamos como si hubiésemos sido invitados a una recepción de la princesa de Mónaco, pero sin poder evitar el jolgorio infantil propio de cuatro tardolescentes fumados de vacaciones. También recuerdo que Carod pidió para nosotros dos botellas de espumoso. De hecho, la conversación con el camarero fue algo así:

- Disculpe, ¿cuál es el champán más caro que tiene?
- El champán Noséqué. Y también tenemos cava Nosécuántos.
- Pues tráigame una de cada.

Entre copas con burbujas y elegantes vasos anchos de Baileys nos dieron más o menos las tres de la mañana. Estábamos permanentemente alucinados, mirándonos de reojo, muertos de risa y coincidiendo en el baño para comentar la jugada. Aquello era extrañamente excitante. En un momento dado, Sandra me contó agunos detalles incómodos a añadir a la situación: en uno de sus paseos al WC con Xuxa, ésta le contó en perfecto castellano que Carod estaba de rodríguez y la pagaba una pasta por pasar el mes con él; que era una puta de lujo soviética que llevaba todo el verano haciéndose la tonta y fingiendo no entender ni papa de lo que la decían, por precaución y también por interés; que nuestros anfitriones se estaban metiendo todo Colombia por las narices, y que si queríamos; y que mejor nos fuésemos de allí pronto, que éramos muy jóvenes y la cosa podía ponerse incómoda para Sandra.

Todo esto a nuestras inocentes almas inmortales no se nos había pasado por la cabeza, pero ahora resultaba pasmosamente evidente. Así que decidimos irnos a las primeras de cambio. Era una putada, porque no podríamos entrar en ningún otro bar ni comprar bebida, que el mayor de nosotros tenía 17. Además era muy tarde. Llegó el momento en el que nos ofrecieron ir a casa del Carod a seguir bebiendo y a escuchar música, que les debíamos unos guitarrazos. Aprovechamos para disculparnos y dar la velada por acabada, siguiendo los consejos de la meretriz. Antes de irnos, Puigcorbé, que ahora me caía infinitamente mejor que el otro putero tripudo y cocainómano, me dijo que si quería le dejase mi dirección, que me mandaría una cinta de Cánovas, Guzmán y los otros dos mendas. Como a veces soy más tonto que Pichote, y por hacerme el valiente delante de mi Sandra, le apunté mis datos completos en una servilleta.

Nos fuimos.

La verdad es que un par de días antes de aquello Sandra y yo habíamos decidido cortar, porque las vacaciones pirenaicas, 24 horas al día juntos y revueltos, habían sido demasiado densas, y nos conocíamos demasiado, desde los 10 años, como para meternos en fregados. Nos seguíamos viendo porque somos del mismo grupo de colegas de toda la vida, y era inevitable. Y por la tensión sexual. Pero no estábamos precisamente enamorados el uno del otro; era casi como liarme con una prima. Pero ya se sabe que tiran más dos tetas que dos tanquetas, así que cuando dejamos a Silvio y a Esteban en la puerta de un taxi, ella y yo nos fuimos hacia Cibeles a coger los búhos, parándonos en casi todos los bancos a hacer cerdadas. Esta parte sí que no tiene nada que ver con los hechos, pero qué cojones, me trae también muy buenos recuerdos, y la historia estoy contando yo.

Llegamos a Cibeles, y nos sentamos en uno de los repechitos de césped a dejar pasar un autobús tras otro, intercambiando fluidos marrones con burbujas. Y por si la noche no había sido suficientemente surrealista, todavía nos iba a tocar vivir otro episodio esperpéntico. Sandra y yo tenemos decenas de estúpidas e insulsas anécdotas a nuestras espaldas, por desgracia, de indigentes, yonquis y ancianas seguidoras de Diógenes que se nos pegaban como lapas por aquel entonces. Pero precisamente esta agitada a noche se nos vino a presentar, a cortarnos el rollo y acojonarnos para lo que quedaba de semana, el tipo más extraño que me he cruzado nunca. Estábamos ahí en el césped tan ricamente, como decía, casi cuando estaba amaneciendo. Y nos llega un tío joven, delgado, demacrado, con chándal y una enorme bolsa de deporte. Se sienta al lado, y nos dice que si le pasamos el porro. Debía haber devorado algún alucinógeno, porque estaba todo el rato con la risa nerviosa, contándonos su vida y tocando los huevos. Hasta que en un momento dado nos dice que muchas gracias por hacerle caso, que está tirado en la calle, que acaba de atracar una joyería con una escopeta de cañones recortados que lleva en la bolsa y que le está persiguiendo la policía. Aquello era demasiada diversión para una sola noche. Los dos estábamos casi seguros de que era mentira; sobre todo, porque las joyerías llevaban casi doce horas cerradas, y era la enésima insensatez de tinte fantástico que nos soltaba. Parecía querer llamarnos la atención como fuera. Pero aún así, y por si acaso, por supuesto decidimos decirle que lo pasara muy bien, que cogíamos el sombrero y el bastón y nos íbamos de allí. Y nos fuimos de allí.

Pues esa es la historia. Cuando después se la contamos a la gente, casi nunca nos creyeron, así que hace mucho que dejamos de contarla. Supongo que, si alguien se ha leído esto, también pensará que me lo he inventado todo; no tanto porque sean cosas increíbles (que tampoco fue una cosa espectacular, pero a esas edades uno es muy impresionable), sino porque es demasiado peliculero. Demasiado Andreu Martín, demasiado Jordi Serra i Fabra, hasta un poco José Ángel Mañas. Jovial, kamikaze, extraño y manoseadamente tópico. Y todavía más, contado como lo he hecho, un poco como si fuese una fábula de Esopo, con personajes tipificados e intentando darle ritmo y ornamentarla para su mejor digestión. Pero juro que pasó tal como aquí arriba lo pone, salvo patinazos de la memoria.

Ah, sí, a los pocos días me llegó a casa un sobre acolchado con una cinta de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán, acompañada de una carta de agradecimiento, de disculpas por los malentendidos y de buenos deseos para cuando fuésemos mayores y nos pesara la nostalgia tanto como la panza.

jueves, 24 de noviembre de 2005

 

Un equipo para Best

Lo entrenaría John Lembie, quien le dijo a un jugador que pretendía retirarse al vestuario tras una conmoción "¿Que ni siquieras sabes quien eres? Bien, eres Pelé. Vuelve a la cancha".

Le cubriría las espaldas Oelstrup, que tras ganar una Eurocipa acabó vagando por las calles como un exhibicionista. Al ser preguntado dijo que merecía la muerte, y que le gustaría ir a América a que le pusieran una inyección letal, pero le daba pánico volar.

O Goiko, que guarda en una urna de su casa la bota con la que le partió la pierna a Maradona.

Y el Bambino Veira, que decía que el mundo tendría que tener techo para que fuera siempre de noche.

El juego se lo daría Luciano Re, que luego de ganar una liga con la Lazio se fue a atracar una joyería con una barra de pan. Se defendieron con una pistola; perdió.

Le acompañaría en ataque Dadá Maravilha, que se masturbaba en el vestuario porque así kuego 'se sentía más liviano', y que decía haber aprendido a fintar en un OVNI.

¿Y Robin Friday, legendariamente el mejor jugador de la historia, que nunca pasó de la cuarta inglesa?

O Bahrijo, hijo predilecto de barrio obrero, que le robó una cadena de oro a ¡Bogarde! en un amistoso Boca- Barcelona. "Tenía muchas y ni se dio cuenta. Ya que no da un pase bien, que comparta algo".

Y tantos y tantos otros...

 

EL INCREÍBLE (Y PATÉTICO) ROMANCE ENTRE UN PERUANO Y UNA GITANA

Una de Shakespeare en el Madrid de hoy, para contarla de madrugada.
Por Javier Garvich Rebatta (cortapegada por Zanini por problemas de acceso del autor)

Sí, preparen sus pañuelos.

Me juran que fue rigurosamente cierto. Lorenzo, un trujillano que vio frustrado su sueño de ser policía en el Perú, se aventuró a cruzar el Atlántico sin parientes, sólo con algunas direcciones y un par de referencias. Es decir, candidato seguro a ser puteado por una buena temporada. Así, el sufrido paisano de ultramar consumió varios meses repartiendo publicidad, lavando platos, vendiendo baratijas en la calle, trabajando de peón informal en alguna constructora. Luego de ese período de contundente adaptación, Lorenzo marchaba a su piso compartido -lleno hasta la bandera de sudamericanos- en el rumboso barrio de San Blas. Aquí empezó todo.

Hay que decir algunas palabras sobre el paisaje urbano de nuestra historia de amor. San Blas era un equivalente madrileño de las grandes barriadas de la capital peruana como Comas o Villa El Salvador, pueblos de emigrantes. En ambos lados del Atlántico llegaban a las ciudades jornaleros hartos de mendigar trabajo todos los años en los latifundios de los mismos caciques que se encargaron de quitarles la poca tierra que tenían una generación antes. Desde mediados de siglo, extremeños y andaluces erigían al borde de la capital sus casas bajas con tablones de madera. Curiosamente, en ese mismo momento, los campesinos andinos hacían lo mismo en las afueras de Lima manipulando ramas resecas y esteras de paja. Eso sí, el piso de tierra y el techo de uralita eran fraternalmente idénticos. En Madrid, mientras el chabolismo horizontal se convertía en vertical, también se terminó de establecer una considerable población de origen gitano. Ese detalle (desgraciadamente/afortunadamente) nunca sucedió en el Perú más allá de un puñado de viejas con pañuelos de colores que pretenden leernos la suerte en ciertas céntricas calles de mi país. Y, por lo tanto, Lorenzo sabía de lo gitanos poco más que lo que le enseñaron los dibujos animados y alguna película rara. Lorenzo no conocía ni de su nomadismo, ni de su vocación endógama, sus pactos de sangre o su veneración a la familia. Y mucho menos del desprecio que sienten hacia el resto de los mortales.

Fue así que, regresando de su trabajo, Lorenzo se encontraba en la boca del metro con una guapa gitanilla de ojos saltones y boquita de fresa a quien pondremos el operístico nombre de Carmen. Nuestro Lorenzo subía con cansancio las escaleras, harto de estar diez horas explotado en una contrata de albañiles, con las manos callosas y la espalda dolorida. Sabe que en su piso se va a encontrar con el circo romano de sus paisanos, hablándose a gritos, disputándose la televisión y los rincones del refrigerador (maldición típica de todos quienes comparten pisos). Y de pronto ¡Plafff! Se encuentra con los ojazos matadores de Carmen, a la sazón vendedora ambulante de flores, que le susurra algún piropo clásico con ese aire musical y pegadizo -que los peruanos identificamos con el hablar de las chilenas querendonas- y Lorenzo se queda sobrecogido, un poco tarugo, en las nubes. Carmen le regala un clavelillo mientras se sigue riendo y Lorenzo marcha a su cuarto creyendo que se le ha aparecido un ángel. Esta escena se vuelve a repetir otra vez. A la tercera Lorenzo le mete conversación a Carmen. Ella sigue riendo y dando exclamaciones melodiosas, mientras le clava a Lorenzo un ramillete de mil pesetas que el imbécil compra para terminar regalándoselo a la vez. Lorenzo le propone ir a un salsódromo a bailar un fin de semana y ella solo ríe mientras se retira al grito airado de la madre que ya está adivinando el plan. Y es que Carmen, esto también lo ignoraba nuestro alucinado Lorenzo, puede parecer toda una mujer en su esplendor pero es una menor de edad.

Lorenzo habrá visto en la fresca lozanía de Carmen algo parecido a la flor de la mujer amazónica -cimbreantes quinceañeras loretanas, preciosos ojos de cualquier hija de Chachapoyas, espigadas tingalesas de monte adentro- así que le parece lo más normal llevarla de fin de semana a bailar salsa, a pasear bajo la ruidosa noche getafense y practicar con ella el limeño deporte del manoseo sexual. Lo cierto es que Lorenzo no ve a la púber florista a la salida del metro durante días y sí a una vieja amargada vestida de negro que lo mira con ojos torvos. Pero el azar le da a Lorenzo otra oportunidad.

Un buen día Lorenzo se encuentra con que la contrata no cuenta ya con él (los papeles, ya se sabe) y se regresa temprano a su casa. En una de las calles de San Blas, mientras pasea rumiando el invierno de su descontento, se encuentra con una Carmen que, como es ley gitana, ya no va al colegio. Se miran, se encuentran y se citan. Carmen ha salido oveja negra entre sus cinco hermanas y cuatro hermanos, cansada de ver como los matrimonios gitanos empiezan en una fiesta de ritual pintoresco y emocionante para terminar cuando uno de los cónyuges visita la cárcel por robo o posesión de drogas (amén de cuchilladas, navajazos y otras malas suertes) ; a lo mejor ha visto en Lorenzo una alternativa rarísima, estrambótica, bizarra a su estilo y dentro de su imaginario gitano. Como en los dramas shakesperianos, se citan a escondidas para probar un sábado por la noche. Ella con la complicidad de una amiga; él, con la alarma perentoria de sus compañeros de piso (“Ten cuidado, cuñau, tú no sabes como es esa gente”).

Carmen encontró divertido el arte sudamericano de bailar cachete con cachete, pechito con pechito. Hasta probó un cubalibre de dudoso Havana Club. Lorenzo admiró la gracia que tienen las de esa raza de moverse con la música. Y el animal latino y el donaire gitano se encontraron felices, paseando bajo las estrellas que iluminaban polígonos y descampados. Lorenzo no pudo pasar de cogerle la mano y la cintura, Carmen era una fiera berlanguiana y le decía -con cierta coquetería bellaca- que cuidadito con las manos. Pero ambos compartían la excitación de las experiencias nuevas. Durante el regreso Lorenzo planificaba (inútilmente) cómo y cuando coger bien cogida a esta beldad color canela, atornillarla a besos procaces y acariciar la seda sudorosa de sus bragas. Lorenzo se conformaba con mirar ese tierno monumento que prometía noches de gloria (en todo caso, sí una legendaria sesión de pajas) y Carmen saboreaba el secreto placer de alternar con payos y mantenerlos a rayas porque puta será tu madre. Aún así cuentan que se llegaron a coger de las manos y abrazarse. Al salir del metro terminó el idilio.

Un comité familiar de bienvenida los esperaba unos metros más allá de la salida del metro. Hermanos, primos y amigos -rumbosos y alcoholizados- se preparaban para darle una señora paliza a mi imbécil compatriota por haber puesto la mano encima a una gitana. Carmen gritaba como loca y se cogía al torso de los mozos que juraban y rejuraban que el indio ése no se iba a salir con la suya. En plena tragedia de García Lorca, Lorenzo pudo enfilar un par de patadas a la criolla mientras corría como un bólido rumbo al portal de su piso. Lorenzo no pudo dormir, una suerte de coro gitano le cantaba unas coplillas y fandangos celebrando su futura muerte. Al día siguiente, el colombiano que regentaba el piso le conminó a largarse con el miedoso apoyo del resto de los inquilinos. Lorenzo se quedó en un día sin trabajo, sin casa, sin novia y (por aquella noche) sin pajas; buscándose nuevamente la vida y sabiendo que si se volvía acercar al barrio de San Blas regresaría al Perú envuelto en una caja de madera.

Carmen terminó casándose con un guapo gitano que la llenó de hijos hasta que murió acuchillado en una venganza familiar. Lorenzo ahorró lo justo para regresarse a Trujillo y comprarse un camión. Y en las noches húmedas de la Carretera Panamericana, Lorenzo a veces evoca a la gitana preciosa taconeando a su aire la Mayonesa. Carmen, vestida de luto para toda su vida, siempre recuerda la única vez que salió del opresivo círculo de su etnia, la única vez que bailó una tecnocumbia, la única vez que sorbió un ron cubano, mientras se pregunta si hubiese sido mejor atreverse a saber cómo follan los payos. Ambos creían que el mundo es injusto. Y ambos, qué mierda, tenían razón.


 

Trucos para niños.




Tengo un tío que era mago. Probablemente en los periódicos no le hayan definido así. Hacía trucos. Sin embargo no pudo engañar a la medicina forense, tan avanzada hoy en día gracias a las teleseries. Bodas, comuniones, bautizos, una visita a la habitación a última hora. Eran sus momentos felices. No se vayan a pensar que era un pederasta cualquiera. Mi tío quería a los niños de verdad. La sociedad fué la que no le quiso a él.

Mi tío tenía claro lo de su condición. Era pederasta perdido. Sin vuelta de hoja. Según me contó, el y otros niños fueron abusados sistematicamente por un zapatero calabrés que vino con lo de las Brigadas Internacionales. O se alistaba en algo y marchaba, o lo mataban en el pueblo. Y se metió en eso, hasta acabar aquí.

Divertía a los niños con la flauta o con juegos de manos, con su melifluo acento. Hasta que se ganaba su confianza, los llevaba a su casa y los divertía con la flauta y con juegos de manos. Mi tío fué el único niño gilipollas que iba por su propio pié. Le fascinaban los trucos del calabrés. Quería aprenderlos, más y más. Lo otro, pues le daba igual. Se ofrecía inconscientemente. El que quiere peces se tiene que mojar el culo, pensaba.

Ya de mayor mi tío unió conceptos. Cuando la cosa sexual le llegó la tenía tan identificada con el asunto que no pudo deshacer el nexo. Nunca dudó de que todo aquello era horrible. Monstruoso. Pero con un poco de magia lo solucionó. Todo hay que decirlo, le costó una serie de intentos. Logró perfeccionarse.

Mi tío quería a los niños. Si les preguntais, todos os hablaran entusiasmados de sus maravillosos trucos. De cosas que desaparecen, cosas que aparecen. Ninguno se acuerda de las cosas que hacía mi tío llegado el momento de su número estelar, su truco estrella entre todo su repertorio. No pueden hacerlo, mi tío era un gran mago. ¿Qué fué lo que hizo mal mi tío?. Yo lo sé, quizas soy el único que lo sabe.

Confió curar sus males con la magia.

miércoles, 23 de noviembre de 2005

 

Jimi Hendrix- Edición especial De-Luxe




Seguramente tocaba hablar de la fantástica edición que ha aparecido de "Born to run", el disco que encumbró a Bruce Springsteen definitivamente en América, pero me apetece más escribir sobre Jimi Hendrix y esta excepcional película-documental de la Warner. El 30 de Enero del 2006 aparece una edición de lujo con 2 DVD. En su página oficial podemos comprobarlo http://www.jimi-hendrix.com/news/news,deluxefilmUK.html

Estamos sin duda ante una de las mitos más importantes de la historia de la música rock. Jimi Hendrix era el contrapunto perfecto a Elvis Presley (y el único que podría igualarle en carisma y magnetismo visual). Mientras Elvis era el blanco que tocaba música negra, Hendrix era el negro que tocaba música de blancos, hard rock incendiario y puro, combinado con estremecedores y salvajes blues como pocas veces se ha vuelto a ver . El músico de rock perfecto, guitarra y voz todo en uno. Inseparable de su guitarra, que parecía formar parte de su cuerpo, la sometía a todo tipo de rituales: desde acariciarla sensualmente, azotarla, comerle el coño y follarsela contra un amplificador gigante (lo que arrancaba unos electrizantes aullidos de placer; en la película tenemos el testimonio del "pipa" que intentaba a duras penas evitar que el bafle se derrumbara, sujetándolo por detrás) la pisaba, se la restregaba por el paquete....y como acto final de purificación máximo la prendía fuego mientras recitaba un extraño vudú arrodillado delante de ella. Esto no se puede describir , hay que verlo: aquí tenéis "Hey Joe" en Woodstock http://mp.aol.com/video.index.adp?pmmsid=1418460&referer=http%3A//music.aol.com/artist/main.adp%3Fartistid%3D85934%23&mode=1

Sólo el podía tener los cojones suficientes para tocar el Himno nacional de los EEUU delante de medio millón de hippies antisistema y dejar a todos embobados escuchándolo. Todas las leyendas que generó seguramente eran ciertas, desde los ácidos que se colocaba en la cinta del pelo y que con el sudor hacían su correspondiente efecto lisérgico o aquel molde que hicieron las Plaster Caster (aquel grupo de groupies de Frank Zappa) se su enorme (dicen) miembro viril para su particular museo de pollas, aunque esa es otra historia que algun día caerá por aquí. Permanezcan atentos a sus pantallas TFT.

Después de esta película lo más recomendable sin ninguna duda la filmación integra de su actuación en el festival de Monterrey, su presentación oficial al mundo, por así decirlo. Si no la encontráis podeis consolaros con la película "Monterrey Pop" en la que aparecen fragmentos de su show o con cualquier filmación suya (Woodstock, la isla de Wight, aquel video-clip tan cachondo en el que un artista pintaba un mural con sus propias manos), nunca defraudaba.


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